Cantantes, filósofos, poetas, artistas y activistas de todas clases han hablado de ello y tienen, como principal razón de ser, la búsqueda de la felicidad. Este es el objetivo más antiguo de la historia de la humanidad y el motor que nos impulsa a todos a ser mejores. Por eso, aunque ni de lejos, podemos hablar de esta como la teoría definitiva para alcanzar la felicidad, el 'flow' o teoría del flujo nos ofrece un planteamiento sencillo y natural sin prometer milagros.
Fluye. Sin pensar ni reflexionar, solamente dejándote llevar por tus habilidades para ejecutar una actividad agradable, estimulante y productiva. Ese es el precepto de la teoría del flow, o 'estado de flow', que se entiende, en la psicología positiva, como el estado mental de una persona que está completamente inmersa y enfocada en algo, participando y disfrutando de dicha actividad.
Cuando esto ocurre, los sentidos se agudizan porque acción y conciencia se sincronizan y trabajan a la par, en la misma dirección. Puede ocurrir, por ejemplo, al cocinar, al escribir, al montar en bicicleta, o al hacer alguna actividad manual como coser, hacer cerámica o montar un mueble.
"Un estado subjetivo que las personas reportan cuando están completamente involucradas en algo hasta el punto de olvidar el tiempo, la fatiga y todo lo demás… excepto la actividad misma". Este es el origen de la felicidad, según Csíkszentmihályi jefe del departamento de Psicología de la Universidad de Chicago y creador del concepto, que falleció el año pasado.
Su infancia y juventud, que estuvo marcada por la situación geopolítica que atravesaba Europa (1934-2021), dio un vuelco cuando durante un viaje a Suiza como asistente a una conferencia de Carl Jung decidió estudiar psicología para enfocar su carrera a la búsqueda del origen de la felicidad.
Su propia experiencia en un campo de prisioneros italianos durante la II Guerra Mundial, fue la semilla de su teoría: allí descubrió como algunos de los cautivos jugaban al ajedrez "olvidando aquello que sucedía a su alrededor".
El primer paso de Csíkszentmihályi fue estudiar a las personas creativas, para entender "qué les hacía sentir que merecía la pena pasar por la vida creando algo con lo que, muchos de ellos, no esperaban fama ni fortuna". Entrevistó a deportistas, músicos y artistas para tratar de entender qué sentían en el momento de alcanzar el máximo rendimiento en su actividad y finalmente dio con ello.
Lo llamó: estado de flow, porque la mayoría de las personas describieron esos estados óptimos como momentos en los que la actividad fluía sin esfuerzo: "la experiencia es tan placentera que deja de ser relevante el objetivo o lo que se obtiene a cambio, simplemente se hace por el propio placer de hacerlo".
El 'flow' no promete una felicidad perpetua. Lo que explica es un estado natural del ser humano que se produce cuando desarrolla una actividad creativa agradable alcanzando, lo que conocemos como autorrealización.
Sin embargo, aunque Csíkszentmihályi no hablaba de una teoría milagrosa, entendiendo los mecanismos neurocognitivos que nos llevan a ese estado, podemos aplicar algunos 'trucos' a nuestro día a día para sentir más a menudo esta experiencia de plenitud.
Y, como no podía ser de otra forma, el primer elemento que juega en nuestra contra en este pensamiento es el teléfono móvil -y derivados-. Pasar horas conectados a las redes sociales, o a las plataformas audiovisuales de películas y series no es, exactamente, el estado de flujo, a pesar de que nos entretenga o haga que se pase nuestro tiempo volando.
Csíkszentmihályi cita estas ocho facetas del estado de flow, refiriéndose tanto a los medios para lograrlo como a las consecuencias del mismo: