MET GALA, LA GRAN NOCHE DE ANNA WINTOUR

El primer lunes de mayo está a la vuelta de la esquina, y con él la celebración de la Met Gala, el evento que recauda fondos para financiar al Anna Wintour Costume Institute del museo (lleva en nombre de la editora desde 2014) y que marca el inicio de su exposición anual, en esta ocasión titulada Sleeping Beauties: Reawakening Fashion. También es la noche en que Anna Wintour recuerda a la industria lo poderosa que es su figura, unas horas en las que todo transcurre (o debe trascurrir) conforme a sus órdenes.

Si el lector ha visto La extraña pasajera sírvale el ejemplo de que Anna Wintour es a la Met Gala lo que el personaje de la madre controladora a Bette Davis en la película. Wintour decide cómo se doblan las servilletas, cuántas flores van en los centros de mesa, qué comen (o qué dejan en el plato) los invitados, cuánto tiempo pasa cada estrella en la alfombra roja (el año que Lady Gaga se cambió cuatro veces de look ascendiendo las escaleras del museo durante un total de 16 minutos, Wintour aprobó el extra de tiempo que requería esa demostración de lo que es camp), quién va con quién y qué lleva cerca del 80% de los asistentes.

El éxito de una fiesta siempre está en la lista de invitados, y Anna Wintour presta especial atención a la suya

Esto último puede parecer especialmente invasivo, pero con un dress code definido como El Jardín del Tiempo, tan abierto a interpretaciones, nadie sabe qué ponerse. Así que confían su atuendo al equipo de Vogue. La cabecera no tiene un papel en la organización del evento, aunque actúa como su medio de comunicación oficial y desde 2015 se encarga de vender la publicidad de su alfombra roja. Después de 36 años dirigiendo la revista (hoy Wintour también es directora global de contenido de todo Condé Nast) y casi 30 ejerciendo como presidenta de la gala, es difícil saber dónde empieza una y acaba la otra.

El éxito de una fiesta siempre está en la lista de invitados, y Anna Wintour presta especial atención a la suya. Para estar presentes, las marcas tienen que comprar mesas (a un coste entre los 200.000 y 300.000 dólares) y sentar en ellas a quien decidan, siempre que Wintour haya aprobado sus nombres. Como no podía ser de otra manera, la respuesta inicial a toda propuesta es “No”, porque las primeras decisiones suelen ser las acertadas, pero también las menos consideradas. Así que el proceso de selección es un eterno viaje de ida y vuelta hasta que los nombres propuestos por los diseñadores se asemejan a la idea de perfección de la anfitriona. Esos invitados no tienen que pagar por asistir, pero a veces hacen donaciones al museo.

En las últimas ediciones, la de Karl Lagerfeld en 2023 y Gilded Glamour en 2022, la alfombra roja ha emocionado entre poco y nada, probablemente porque es difícil superar la aparición de Rihana en China: Through the Looking Glass en 2015. Ha llovido. La artista, por cierto, se embolsó un millón de dólares por actuar esa noche. ¿Le parece mucho? Según la información fiscal del Met, el año pasado el Anna Wintour Costume Institute se gastó 6 millones de dólares en el evento para recaudar 22 millones. Con esos números, la editora más famosa de todos los tiempos también se encarga de que la institución ponga de su parte. 

En una ocasión el equipo del museo tuvo que preparar una oficina para salvaguardar la Coca Cola Light de Karl Lagerfeld, en otra montar un bar para que George y Amal Clooney pudiesen tomar algo lejos del mundanal ruido producido por el resto de los invitados. Ese año la tienda de libros del Met también se vio transformada en un camerino para la abogada.

El año pasado el Anna Wintour Costume Institute se gastó 6 millones de dólares en el evento para recaudar 22 millones

Si a estas alturas el lector se pregunta para qué dedicar tanto esfuerzo a una tarea secundaria, la respuesta está en el libro Anna: The Biography (2022) escrito por Amy Odell: Wintour espera pasar a la historia como filántropa, no como directora de revistas. Así que trabaja duro para ello.

En la noche del lunes muchos ojos se posarán sobre Lauren Sánchez, la empresaria, piloto, filántropa y prometida de Jeff Bezos a quien Wintour estaría ayudando personalmente a elegir vestido (se rumorea que lo firmarán Laura Kim y Fernando Garcia, directores creativos de Oscar de la Renta) para su primera noche en el museo. 

La presencia de Sánchez es importante por tres motivos: va a legitimar su figura dentro del mundo de la moda (su buen gusto ha sido cuestionado una y otra vez desde que comenzó su relación con el fundador de Amazon), es una muestra más de cómo Anna Wintour introduce a la gente que le interesa en su círculo y, para qué engañarnos, está dando y dará que hablar. 

Lauren Sánchez está viviendo en 2024 lo que Kim Kardashian vivió en 2013 la primera vez que alguien del clan de la K fue aceptado en el evento después de años de ver denegada su presencia. En aquella ocasión Anna Wintour se dio cuenta de que no abrazar el fenómeno Kardashian la dejaría fuera de juego, en esta ocasión Sánchez y Bezos son perfectos candidatos para apoyar, entre otras cosas, la recaudación de fondos de Wintour para el partido demócrata.

Claro que el dinero, aunque tenga un fin benéfico, también puede traer problemas. Estos días se cuestiona la idoneidad de TikTok, considerado como amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos bajo su actual propietario, como principal patrocinador del evento y de la exposición. El director ejecutivo de la compañía, que se enfrenta a la posibilidad de ver prohibida la red social en el país en un plazo de nueve meses si no vende sus operaciones en Estados Unidos, Shou Chew, es presidente honorario de la gala junto al director creativo de Loewe, Jonathan Anderson. Amazon Fashion e Instagram han patrocinado la gala en ediciones anteriores. Eso sí: si se confirma la huelga de trabajadores de Condé Nast, TikTok no será el mayor quebradero de cabeza para la editora de la noche.

El eterno desencuentro en las negociaciones colectivas de los trabajadores de Vogue, GQ y Bon Appétit entre otros medios con su empresa matriz (que ya causó que Anne Hathaway abandonase el set de Vanity Fair en enero), y que la semana pasada llevó a miembros del sindicato a manifestarse en el domicilio de Wintour en el Greenwich Village, podría desencadenar una huelga que comenzaría el mismo lunes del evento. Los trámites de permiso para celebrarla están en marcha, aunque es probable que ningún trabajador de Vogue se sume a ella. En el conflicto de Condé Nast con su sindicato la editora no se ha visto especialmente castigada (el gesto de presentarse en su casa respondía más al hecho de que desconocen dónde reside Roger Lynch, CEO de Condé Nast, que a quejas reales contra la editora) porque dentro de la empresa muchos la ven como la figura que mantiene el barco a flote. Tienen razón.

Los editores más jóvenes de Vogue, por cierto, suelen pasar la noche en la zona menos iluminada del museo. En el sótano, bajo de la sucesión de flashes, el equipo digital de la revista crea contenido sin parar para alimentar la web y los perfiles de redes sociales, perfectamente ataviado para la ocasión porque se les permite subir a la superficie para presenciar la actuación musical de la noche. Sus looks también los aprueban sus superiores.

De lo que no cabe duda es que tan pronto termine esta fiesta comenzarán los preparativos para la siguiente, en reuniones fijadas a las 7 de la mañana cada cuatro o seis semanas. La moda no descansa. Anna Wintour tampoco.

Lee también

El cambio en el rostro de Rosalía que podría estar relacionado con la gala Met

Cristina Sierra

Cuatro anfitriones y un romántico 'dress code': así será la gala Met 2024

Cristina Sierra

2024-05-05T06:47:15Z dg43tfdfdgfd