ALEJANDRA GREPI: “SOY BASTANTE TíMIDA A LA HORA DE FLIRTEAR. LA GENTE NO SE IMAGINA QUE SOY ASí Y MáS DE UNO SE HA LLEVADO UN CHASCO"

La música fue la primera vocación de Alejandra Grepi (Madrid, 1962), que de niña pasaba las horas jugando a imitar a las cantantes que le gustaban. Cuando fue plenamente consciente de que eso de canturrear no era lo suyo, empezó a hacer fotonovelas y figuración. Luego superó una prueba para convertirse en azafata del mítico programa-concurso Un, dos, tres… y, de pronto, se vio convertida en un rostro popular. Pero ella quería labrarse un futuro entre focos y escenarios, así que puso todo su empeño en completar varios cursos de interpretación, y a mediados de los ochenta ya era una de las actrices más reclamadas del cine español con títulos como Playboy en paro (1984), La noche de la ira (1986) o El bosque animado (1987), un peliculón de José Luis Cuerda que, en su opinión, le permitió demostrar que valía para ser intérprete. “Antes de rodar El bosque animado me veían solo como una chica mona que hacía películas y series. A partir de esa película, empecé a recibir críticas en las que la gente se refería a mí como ‘la actriz Alejandra Grepi’. Le debo mucho a José Luis Cuerda, pues trabajar con él me dio prestigio y reconocimiento”, cuenta la madrileña, que en la actualidad compagina su faceta interpretativa con el coaching emocional.

Veo que conserva esa voz grave y sugestiva que enamoró a la audiencia. ¿Siempre fue consciente de que ahí tenía un arma de seducción?

Recuerdo que cuando empecé a hacer películas, en la etapa final del destape, me doblaban siempre, porque entonces no se llevaban tanto las voces graves. Más de una vez me doblaron usando una voz aguda que no me pegaba en absoluto. Pero sí soy consciente de lo que dices. De hecho, a veces voy por la calle y la gente me reconoce antes por la voz que por el físico.

Ya han pasado más de cuarenta años de su etapa en el Un, dos, tres… ¿Qué siente cuando vuelve la vista atrás?

La verdad es que no lo pienso mucho, sois más bien vosotros los que me lo recordáis. Aun así, lo recuerdo con muchísimo cariño. Siempre se dice que las cosas no son como fueron, sino como tú las recuerdas. Tengo un gran recuerdo de mis compañeras y de Chicho [Ibáñez Serrador].

¿Resultaba estresante trabajar con Chicho?

De vez en cuando pegaba algún grito. Como él no estaba en el plató, sino que se encontraba arriba en el control, cada vez que daba un grito lo oía todo el mundo y a ti te resultaba más importante. A mis compañeras y a mí nos daba miedo incluso decir frases como ‘Fulanito y Menganito, hermanos y residentes en Madrid’, por si nos equivocábamos. Cuando pasaba, Chicho nos decía alguna frase corta que, al venir del techo, sonaba como el eco de una caverna. Pero bueno, son anécdotas. Yo luego me encontré con él en algún homenaje y en algunos premios, y lo veía como el jefe. Chicho me enseñó, sobre todo, a exigirme más a mí misma. Era un genio y una persona diferente. A mí me gustan las personas diferentes, sobre todo ahora que vivimos una época en la que se busca que exista una uniformidad tanto en pensamiento como en estética.

¿Cómo vivió su participación en la etapa final del destape?

Los rodajes eran como cualquier otro. Lo que sí resultaba diferente es la repercusión que tenían luego esas películas. A mí no me incomodó hacerlas. Trabajé con gente como José Sazatornil, mi querida Silvia Tortosa o Andrés Pajares. Entonces era muy jovencita y las dos o tres pelis que hice ahí me enseñaron mucho. Ahora, tal y como está el mundo femenino, sería inviable ver a un grupo de chicas corriendo en ropa interior detrás de chicos bajitos y gorditos. Creo que es una etapa más de la historia de la cultura en España.

Sin embargo, algunas actrices del destape reniegan hoy de su pasado. ¿Lo entiende?

Siempre es difícil ponerse en la piel de otra persona, pero sí hay actrices, mayores que yo, que lo han pasado bastante mal al no sentirse respetadas como actrices. Muchas se veían utilizadas como un mero producto de la industria de esa época. Que luego renieguen o no, eso dependerá ya de cómo le haya ido a cada una.

Cuando se le pregunta si alguna vez vivió una situación de abuso de poder o acoso sexual en el trabajo, la actriz reconoce que algún que otro productor le llegó a hacer propuestas del tipo "Si accedes a esto, podrás tener un mejor papel". Ella siempre rechazó participar de ese tipo de juego, aunque afirma que otras compañeras hicieron uso de ello para prosperar en sus carreras. "Yo misma fui testigo directo de cómo Chicho recibía llamadas de chicas que le hacían ciertas proposiciones para ser azafatas", apunta. "Te hablo de chicas de dieciocho o diecinueve años que le decían cosas como ‘Si me dejas ser azafata, hago lo que tú quieras’. Eso ha existido, aunque ahora esté mal decirlo. Vivimos un momento en el que resulta muy difícil decir lo que realmente piensas. Yo soy feminista y creo que cualquier mujer debe ser feminista y perseguir sus derechos, pero el hombre no es mi enemigo a batir. Mi enemigo a batir podría ser en todo caso parte del sistema. Me sienta muy mal la utilización de la mujer para hacer política. Para mi gusto, hay mucha demagogia y poca gente con los pies en el suelo".

Al principio de su carrera cinematográfica aceptaba todas las ofertas que recibía. ¿Tuvo que rodar muchos bodrios?

Algún bodrio sí que he hecho, pero tampoco tantos. No me arrepiento de nada de lo que he hecho laboralmente, porque todo me ha enseñado algo.

¿Fue difícil romper con su imagen de mujer sexy?

Bueno… Tengo un hijo de 24 años y a él no le gusta mucho que digan que su madre fue un sex symbol en los ochenta y noventa, pero es verdad. Ahora, con esto de las redes, ha aparecido gente que me dice que me admira desde hace mucho. Yo lo agradezco siempre, porque el hecho de que alguien te admire es una forma de sentirte querida. He hecho muchos papeles de secretaria buenorra, la prostituta… Te diré, por cierto, que esos papeles no tienen nada que ver con mi forma de ser. Soy bastante tímida a la hora de flirtear con un chico, nunca he sabido ejercer de mujer fatal. La gente no se imagina que soy así y más de uno se ha llevado un chasco.

Ha dicho que trabajar a las órdenes de José Luis Cuerda le permitió demostrar que valía para ser actriz.

Antes de rodar El bosque animado me veían solo como una chica mona que hacía películas y series. A partir de esa película, empecé a recibir críticas en las que la gente se refería a mí como ‘la actriz Alejandra Grepi’. Le debo mucho a José Luis Cuerda, pues trabajar con él me dio prestigio y reconocimiento.

¿El éxito de crítica y público de ese filme se tradujo en ofertas para usted?

Se tradujo en ofertas, sí. A raíz de esa película trabajé con Ricardo Franco, Fernando Fernán Gómez, Manolo Gutiérrez Aragón, Mario Camus… De todas formas, no soy una actriz muy al uso. La mayoría de los actores consideran que antes que personas son actores, pero ese no es mi caso. En su momento dejé de trabajar para cuidar de mis padres enfermos. En 2000, tres años después de que fallecieran, nació mi hijo. Empecé a decir ‘no’ a muchas cosas, sobre todo a proyectos que se rodaban fuera de Madrid o fuera de España, lo que me repercutió negativamente. Algunos pensaron incluso que me había retirado, pero no lo hice. Suelo priorizar mi vida familiar, pero soy así y tampoco me arrepiento.

Hablando de su hijo, con siete años fue diagnosticado con síndrome de Tourette. ¿De qué forma ha afectado a su vida ese hecho?

Ha afectado muchísimo. Al principio, como no tenía ni idea de lo que era el síndrome de Tourette, viví un increíble peregrinaje por consultas de psicólogos. Luego decidí que la persona que más le podía ayudar era yo, así que me formé durante dos años como coach y me formé muchísimo sobre este síndrome. Ahora doy conferencias a familias que no saben cómo gestionarlo, profesionales de la enseñanza y psicólogos. Se trata de un síndrome desconocido y mal gestionado debido al desconocimiento. Hasta la época del confinamiento atendía muchas consultas online. Ahora tengo un hijo de 24 años que trabaja en un gimnasio y se está preparando las oposiciones a bombero. A fin de cuentas, él tiene un Tourette leve, lo que hace que pueda llevar una vida normal.

¿Se ha sentido incomprendida por la gente que desconoce lo que implica este trastorno?

Sí. Mi hijo tenía tics fónicos y coprolalia, que consiste en expresar involuntariamente palabras obscenas, y mucha gente me responsabilizaba a mí de ello. Cuando él iba a cumplir 18 años, con su permiso y ayuda, decidí escribir un libro un poco autobiográfico, donde cuento cómo fue mi embarazo y todo lo que viví desde que él recibió su diagnóstico hasta que tuvo 17 años. Al hablar de Tourette nos encontramos con personas que pueden tener tics fónicos, tics motores, hiperactividad. Cuando pasa el tiempo, si no se ha gestionado bien todo eso en la infancia, el principal problema con el que se encuentran los que lo padecen es la depresión, la baja autoestima… Lo más importante es que las familias comprendan y acepten lo que pasa, para que luego los demás puedan también aceptar a esa persona.

En su caso además vivió sola todo ese proceso de aprendizaje.

Sí. Estuve conviviendo con el padre de mi hijo, pero nunca llegué a casarme. Me separé de él cuando mi hijo tenía un año y medio, aunque ellos mantienen una buena relación. Te diré que por un lado ha sido un poco mejor así, porque he tratado con parejas que han llegado a separarse al no poder sincronizar la forma de llevar el síndrome de su hijo. Creo además que las madres somos mejores cuidadoras y más empáticas. Al gestionar la situación yo sola, lo hiciera mejor o peor, no tuve que discutir con nadie sobre la forma de hacerlo. Por eso termino mi libro diciendo que, cuando mi hijo cumplió ocho años, ambos decidimos ser un equipo.

Alguno puede pensar que vive retirada de la actuación, pero en realidad no lo está.

Así es. En 2011 por ejemplo me fui cuatro meses a Moscú, donde rodé una película maravillosa [Legend No. 17] en la que interpretaba a la madre de un jugador de hockey, y hace poco hice un corto interesantísimo, Lo que más duele, sobre el maltrato de la mujer. También tengo entre manos otro corto y un proyecto de serie. Estoy viviendo una especie de renacer. Aunque es cierto que la cosa está complicada para las actrices de mi edad, porque por un lado hay poco trabajo para nosotras y, por otro lado, el trabajo que sale lo suelen hacer siempre las mismas, porque son ellas a quienes los directores de casting ven.

¿Le cabrea que muchos directores y productores contraten a los actores en función del número de seguidores que tienen en redes sociales?

No me cabrea, porque es lo que hay. La tecnología nos ha cambiado muchísimo a todos. Yo tengo mis seguidores en las redes y las uso para contar lo que voy a hacer, pero tampoco hago cosas para conseguir más seguidores. Tenemos que adaptarnos a esta nueva vida, a esta forma diferente de entender la cultura. Lo que sí me enfada es que ahora en los colegios quiten asignaturas como la Filosofía, porque están eliminando cosas que llevan a la gente joven a pensar por sí mismos.

Lo mismo es que no interesa que piensen mucho, por lo que sea.

Ese es otro debate complicado y que nos daría para mucho rato, sí. Recuerdo que en mi época, cuando yo veía que alguien llevaba algo puesto, intentaba siempre ponerme otra cosa para ser diferente. Ahora están de moda los influencers y se lleva que la gente se fije en lo que hacen otros para hacer ellos mismo. Volviendo a lo de las redes, cuando hay algo que tú no puedes cambiar, lo mejor es que te adaptes. Si no lo haces vas a vivir todo el día amargado, y ya hay demasiada gente cabreada con el mundo.

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